El Tipo Raro
El trabajo de James
Cameron como “director” en todo el sentido de la palabra puede ser cuestionado
por cinéfilos y críticos, pero decir que este hombre no sabe dirigir acción es
casi un sacrilegio. A Cameron siempre se le ha dado muy bien dirigir
emocionantes persecuciones, espectaculares combates y realistas escenas
explosivas; todo su cine tiene momentos memorables que han influido obras
modernas incluyendo aquellas cintas donde la acción no era el enfoque, como
ocurrió con Titanic. Sin embargo el
punto máximo de esta mente brillante de la adrenalina fílmica ocurrió hace más
de 20 años con la salida de la que también es su obra cumbre: Terminator 2.
Hablar de Terminator
es hablar de una de las franquicias de acción más populares de todos los
tiempos. La segunda parte fue estrenada en 1991 pasando a ser con el tiempo una
obra de culto y un icono de la cultura popular. Terminator 1, hay que decirlo,
es aburrida, con un ritmo más pausado y muy lento en el que casi se puede ver
cada fotograma sumándole la atrasada tecnología de la época, dándole unos
efectos especiales que no han envejecido nada bien. Para la secuela Cameron
puso sus manos en el fuego con el naciente CGI sin olvidar el detalle en los
maquillajes, la utilería y los animatrónicos, elementos que también uso en su
antecesora. Todo lo anterior solamente lo uso como un vehículo para poner en
pantalla momentos que su redactor y quizá muchos de los que me lean tendrán
grabados en la retina.
Para comenzar hay que
observar la sensación de peso. T-800 y T-1000 son máquinas que rozan la
tonelada con su dura constitución metálica, lo sabemos no solo por las
descripciones que se hacen sino por los combates. La escena del centro
comercial se siente real porque cada golpe tiene una consecuencia directa que
se mantiene estable durante el resto de la película, es una demostración de la
fuerza que tienen estos seres, un poco arriba de la de un hombre promedio pero
sin llegar a límites absurdos. Esto se logra usando escenografía de materiales
similares en vez de pantalla verde como tantas películas actuales, aunque
Cameron sabe que no basta con un par de puñetazos para que la gente sienta que
esos robots de verdad están ahí. Se puede comparar al T-800 con Robocop y al
T-1000 con el Xenomorfo, los primeros se mueven gradualmente pensando cada paso
mientras que los segundos es casi por inercia, tienen una velocidad de reacción
superior que les permite asestar varios golpes antes que el contrincante
arremeta con uno solo aunque más fuerte; de esta manera el espectador sabe cómo
funcionan sus personajes y que esperar de ellos.
Lo siguiente son las
armas. Desde pistolas hasta lanzagranadas, el repertorio bélico de esta
película es comparable al de cualquier shooter
moderno. Pero esto no es como “La guerra de las galaxias” en donde la pistola
de Han Solo tiene el mismo efecto que los cañones de los soldados imperiales,
aquí cada arma tiene una potencia de fuego claramente diferenciada mediante los
impactos. Al ser solo metal líquido, el T-1000 permite al espectador hacerse
una idea de que tan duro le dio un disparo fijándose en los agujeros que tiene,
una 9mm deja pequeños hoyuelos similares a un piquete de avispa, una escopeta
de acción explosiva hace uno más grande aunque no tan circular y una
ametralladora deja cientos de huecos pequeños que se van acumulando hasta dejar
una gran marca. Pero las señas físicas no bastan para dejar claro la
resistencia de estas máquinas, para eso se necesita la actuación; con las
primeras el personaje de Robert Patrick ni se inmuta estando de pie pero si
está en una persecución es posible que se le pare momentáneamente, la segunda
consigue hacerlo dar un salto hacia atrás o
tumbarlo como se ve en el escape por el estacionamiento del siquiátrico y
la tercera lo paraliza completamente como ocurre en la persecución de camiones
durante el clímax.
Pero si las secuelas
de los tiros hacia las máquinas no bastaran tenemos nuevamente el escenario y
los extras humanos. El primer enfrentamiento ocurre en un pasillo del centro
comercial, ya dije lo que le ocurre al T-1000 cuando le dan con una pistola, al
T-800 le rompen la ropa dejando un agujero humeante pero entonces entra un
pobre entrometido a la lucha, un funcionario del sitio que queda en el fuego cruzado,
¿Qué pasa con él? Prácticamente termina como Alex Murphy, cada bala lo
atraviesa totalmente, podemos ver como salen a volar pedazos de camiseta
seguida de una estela de sangre y humo mientras que la infortunada diana baila graciosamente como marioneta hasta
caer. Sobre el escenario, debemos dirigirnos a la liberación de Sarah en la que
nuestro australiano favorito lanza como juguetes varios médicos y policías del
hospital, uno rompe vidrios reforzados de las ventanas, otro atraviesa las
ventas de las puertas y una última desafortunada es azotada con ligera
violencia contra el piso.
Cada impacto en esta
cinta viene reforzado por unos efectos de sonidos estupendos. En la mencionada
secuencia del hospital el piso luce encerado y los chillidos de los zapatos nos
lo confirman, la fábrica de acero tiene un aspecto desgastado y el berrido que
da la aplanadora con la que el T-1000 golpea al exterminador o los vagones en
que Sarah envía a John lo garantizan. La
gasolina detonando por el disparo, los huesos metálicos siendo espichados por
el engrane, la llanta en llamas rodando, la quemadura del motero al caer sobre
la estufa, todos estos momentos tienen una producción sonora increíble muy
pocas veces repetidos hasta la actualidad.
Esta película
derrocha acción en cada minuto y no del estilo bombástico sin sentido de
Michael Bay, sino de una más inteligente, mejor planeada y muchísimo más
creíble. Me llevaría más tiempo hablar sobre todos los componentes por los que
esta es más que una muy buena película, pero creo que el texto ya está muy
extenso, así que solo los invitaré a que vuelvan a ver esta joya del cine
contemporáneo porque aunque la academia y los pseudo críticos traten de rebajar
su importancia, para los amantes de la acción, la adrenalina y la ciencia
ficción, Terminator 2 es claramente una obra rompedora que merece tener un
podio más alto por su inigualable pasión al contar la historia de una máquina
que es más padre y humano que muchos otros.
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